lunes, 12 de octubre de 2009

¡VIVEN!


Desde que yo tendría unos 7 u 8 años mi papá me mostró un VHS en el que sólo se veía en la portada la figura de un avión camuflado en una inmensa capa de nieve y con letras mayúsculas rojas el título rezaba: VIVEN. Me platicó la historia de los sobrevivientes y aunque no quise ver la película, porque me desesperan mucho este tipo de filmes, me interesó lo que esuché y hasta el día de hoy, martes 13 de octubre de 2009 es la primera vez que publico algo sobre esto cuando se cumplen 37 años de aquel accidente en esa helada cordillera.

*Accidente:
El 12 de octubre el avión Fairchild Fokker F27 perteneciente a la Fuerza Aérea Uruguaya partió del Aeropuerto Internacional de Carrasco transportando al equipo de rugby del club Old Christians de Montevideo, que se dirigía a jugar un partido contra el Old Boys de Santiago de Chile.
El mal tiempo les obligó a detenerse en el aeropuerto El Plumerillo, en la ciudad de Mendoza, Argentina, donde pasaron la noche.
El vuelo continuó por la tarde del 13 de octubre con destino a Santiago de Chile. La ruta a seguir era vía Paso del Planchón entre las ciudades de Malargüe, Argentina y Curicó, Chile.
Debido a un fatal error del navegante, teniente Ramón Saúl Mártinez, el piloto notificó a los controladores aéreos de Santiago de Chile que se encontraba sobre el Paso del Planchón en Curicó, cuando en realidad se encontraban más al norte, en las cercanías del cerro El Sosneado y del volcán Tinguiririca en la provincia de San Fernando, Chile.
Al momento de iniciarse el accidente, el Fairchild iba a unos 6.000 m de altitud por lo que no sobrevolaba los Andes, sino que los atravesaba por una ruta de alturas intermedias en un corredor aéreo.
El aparato descendió varios cientos de metros de golpe al atravesar sendas bolsas de aire. Ante esta situación, no faltó quien hiciera chistes sobre el incidente, o quien alzara los brazos y vitoreara como en una montaña rusa, o se aventara un balón de rugby.
La aeronave se enfrentó a un alto risco que el comandante Lagurara pudo librar por un par de metros; pero golpeó la cola en la orilla de las rocas en un pico. El aparato golpeó una segunda vez un risco del pico perdiendo el ala derecha, que fue lanzada hacia atrás con tal fuerza que cortó la cola del aparato a la altura de la ventanilla. Al desprenderse su cola con el estabilizador vertical, dejó abierto tras sí el interior en la parte posterior del fuselaje. De este desprendimiento, salieron al menos dos filas de asientos y al impactar contra la montaña, murieron instantáneamente cinco personas.
Al golpear el avión por tercera vez en un segundo pico, perdió el ala izquierda, quedando en vuelo únicamente su fuselaje, a manera de proyectil. Éste, aún con velocidad, golpeó el terreno nevado y resbaló por una amplia ladera nevada y empinada de más de 4 km de largo hasta detenerse en un banco de nieve.
Increíblemente, algunos pasajeros resultaron ilesos o con tan sólo heridas leves. Hubo otros pasajeros con heridas internas graves que fallecieron en horas posteriores. De inmediato, Marcelo Pérez, el capitán del equipo de rugby, organizó a los ilesos para ayudar a liberar a los que seguían atrapados y a los heridos, despejando el fuselaje para prepararse para la noche.

* Supervivencia por 72 días:
De las 45 personas en el avión, doce murieron en el accidente o poco después; otros cinco habían fallecido a la mañana siguiente, y una mujer falleció al octavo día. Los 27 restantes hicieron frente a las duras condiciones ambientales -25 a -42 °C en las montañas congeladas. Durante varios días las partidas de rescate intentaron localizar los restos del avión sin éxito. Incluso algunos aviones estuvieron cerca del lugar, pero muy alto.
Muchos de los supervivientes habían sufrido diversas lesiones cortantes o moretones y carecían de calzado y ropa adecuada para el frío y la nieve. Se organizaron para resistir las duras condiciones imperantes.

Los sobrevivientes liderados por Roberto Canessa fabricaron elementos y utensilios ingeniosos tales como alambiques(aparatos para destilar líquidos), guantes (con los forros de los asientos del avión, que se desprendían con facilidad), botas (con los cojines de los mismos) para evitar hundirse en la nieve al querer trasladarse, y anteojos (con el plástico tintado) para resistir el frío y el encandilamiento de la nieve.
La mayoría de los supervivientes dormían con un par de pantalones, tres o cuatro suéteres, tres pares de calcetines, y algunos se tapaban la cabeza con una camisa para conservar el aliento. Para evitar la hipotermia, en las noches más frías, se daban masajes para reactivar la circulación e intentaban mantener la temperatura corporal en contacto entre si.
La búsqueda se suspendió ocho días después del accidente y en el undécimo día escucharon por una radio de pilas, con consternación que se había abandonado la búsqueda.
La noche del 29 de octubre, a 16 días ya de la caída, una nueva tragedia se cernió sobre el resto del avión y los muchachos, en la noche a eso de las 23:00 una avalancha se deslizó y sepultó los restos del Fairchild FH-227D, ingresando por la parte posterior, sepultando a quienes dormían en su interior, salvo a un joven, Roy Harley, quien desesperadamente comenzó a cavar en busca de los que yacían bajo la nieve. Pese a los desesperados intentos de rescate por sus compañeros, ocho personas murieron ahogadas bajo la nieve. No obstante, el enterramiento del fuselaje permitió al resto de los sobrevivientes no morir congelados más adelante; a mediados de noviembre, fallecieron dos chicos más a causa de la infección de sus heridas.
Los supervivientes disponían apenas de alimentos. A pesar de que racionaron la comida pronto se mostró insuficiente y en el lugar donde se habían estrellado no había vegetación ni animales de los que pudieran alimentarse, el terreno era suelo desnudo de nieves perpetuas.
El grupo pudo sobrevivir durante 72 días y no morir por inanición gracias a la decisión grupal de alimentarse de la carne de sus compañeros muertos, quienes estaban enterrados en las afueras. No fue una decisión fácil de tomar, y en un principio algunos rechazaron hacerlo, si bien pronto se demostró que era la única esperanza de sobrevivir, muchas consideraciones pasaron por el tema religioso cristiano. Pronto se impuso la regla de no utilizar como alimento a ningún familiar cercano, ni tampoco a algún fallecido de sexo femenino, como el caso de las dos mujeres Parrado.
A pesar de todos sus esfuerzos no lograron comunicarse con el exterior pues un cortocircuito originado debido al desconocimiento, dañó irreparablemente la radio. El extremo frío de la alta montaña era el peor enemigo que debían afrontar los sobrevivientes, sin embargo, gracias a estas temperaturas se podía conservar adecuadamente la carne y se impedía por completo el desarrollo de las infecciones producidas por los microorganismos.

*Rescate:
Para comienzos de diciembre el deshielo dejó al descubierto el fuselaje nuevamente y los sobrevivientes pudieron disfrutar de días soleados, bañados con los cálidos rayos del sol. Se dieron cuenta que su única esperanza consistía en ir a buscar ayuda. El 12 de diciembre de 1972, Fernando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín parten en busca de ayuda. El tercer día de marcha, Antonio resbala y se crea una lesión, por lo que deciden enviarlo de vuelta.
Diez días y habiendo caminado unos 55 km aprox. después de partir de los restos del fuselaje llegan a la precordillera curicana del sector de Los Maitenes.
Recorren un río para vadearlo por casi día y medio y no pueden lograrlo por la crecida del deshielo. Canessa comienza a sentirse enfermo, por lo que Nando debe llevar las dos mochilas. La carne que llevaban consigo comenzó a descomponerse rápidamente debido al aumento significativo de la temperatura de la precordillera. Al amanecer del día siguiente, ven en la otra orilla a un arriero chileno que los observa. Logran hacerle llegar un mensaje escrito que decía:

Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”

Sergio Catalán, quien entiende el mensaje, les lanza un poco de pan y se dirige al retén de Puente Negro y da la noticia. Luego de ello, una patrulla de Carabineros se dirige al sector y le brindan ayuda.
En aquel día del 22 de diciembre, los pilotos chilenos Carlos García, Jorge Massa y Mario Avila se preparaban para volar en un DC-6 a Punta Arenas entonces recibieron incrédulos la noticia de que habían aparecido sobrevivientes del avión uruguayo extraviado hace más de dos meses en la cordillera.
Dos helicopteros remontaron con gran dificultad las alturas debido a la escasez de corrientes cálidas y falta de aire suficiente para el correcto funcionamiento de los rotores. Los pilotos chilenos comprendieron que el rescate iba a ser muy difícil debido a la pendiente del terreno, para mientras los 14 sobrevivientes saltaban jubilosos y gritaban de alegría.
Cuando aterrizaron sobre un solo Skid para afirmarse en la nieve, los rescatistas del SAR descendieron mientras los sobrevivientes intentaban abordar los helicópteros, hubo instantes de angustia ya que el peso de los famélicos sobrevivientes excedía el peso de levante del diseño del helicoptero, por lo que hubo que bajar a algunos llegando incluso a usarse la fuerza bruta para evitar un nuevo desastre en el lugar.
Se rescataron a siete de ellos en ambos aparatos, el resto se tuvo que quedar una noche más en compañía de los miembros del SAR. No pudieron ser transportados todos ellos debido a que el helicóptero rescatista había llegado a su máximo peso, obligando a algunos supervivientes a pernoctar una vez más en la montaña. Esa noche algunos de los rescatistas pasaron la noche en el fuselaje destrozado.

A pesar de las dudas iniciales, los sobrevivientes pronto reconocen y justifican que han debido recurrir al canibalismo para poder sobrevivir. En un principio lo negaron, alegando que en Mendoza adquirieron grandes cantidades de chocolates, conservas, queso y licores. Pero el hecho quedo al descubierto cuando los diarios chilenos El Mercurio y La Tercera de la Hora publicaron fotografías de restos humanos cerca del fuselaje, tomadas por el Cuerpo de Socorro Andino (CSA) y que no se habían dado a conocer. Los supervivientes se vieron obligados a dar una conferencia de prensa para hablar del asunto. Agradecieron profundamente la comprensión de familiares de los fallecidos, quienes los apoyaron en todo momento: "Ellos dijeron que menos mal que había 45 para que podamos tener 16 hijos de vuelta. Nos quieren como hijos. Supongo que en su yo más íntimo cuando nos ven piensan por qué sobrevivimos nosotros y no sus hijos. Es un sentimiento humano lógico".



*Restos:
Los restos de los fallecidos fueron enterrados en un lugar situado a ochocientos metros del avión, sin riesgo de aludes. Sobre la tumba se colocó una cruz de hierro en honor de las víctimas. Sobre ella, escrito en el metal, de un lado aun se puede leer: "El mundo a sus hermanos uruguayos", y por el otro: "Más cerca, oh Dios, de ti." Lo que quedó del fuselaje fue quemado para frustrar a los buscadores de curiosidades, a pesar de eso, todos los veranos cientos de personas visitan el lugar como forma de homenaje.

NOTA: CARNALES, LA VERDAD ES QUE AQUI NO SOLEMOS PONER COSAS TRISTES NI DEPRESIVAS PERO EN ESTE CASO FUE CHIDO HACER UNA EXCEPCION PORQUE ESTO NOS ALIVIANA. PIENSEN CUANDO ESTAN ESTRESADOS O TIENEN ALGUNA BRONCA Y SE DESESPEREN QUE NO ESTAN EN LA NIEVE SIN ESPERANZAS DE VIVIR Y COMIENDO CARNE DE SUS AMIGOS. AHI SE LAS DEJO...