viernes, 12 de noviembre de 2010

El sorete corporativo

Al sorete corporativo jamás se le ha escuchado insultar. Su lenguaje y dicción son dignos de un locutor de Canal Luz. Esporádicamente se le ha escapado un improperio, pero siempre ha sido en aquellas (indignantes, para él) situaciones que perjudicaban a la empresa.

Siempre va vestido por demás de elegante, exagerando aquello de "hay que vestirse para el puesto que se quiere y no para el que se tiene". Lee y relee el manual de inducción de la empresa, no vaya a ser que el color de la camisa no haga juego con el logo de la empresa y la dirección piense que él no está alineado con los objetivos globales. Dios nos libre.

El sorete corporativo lee cuanto libro de Management y Recursos humanos cae en sus manos. Y una vez que lo leyó, lo repite como loro. Se conoce al dedillo la definición y uso de palabras y expresiones de la jerga corporativa barata, como "proactivo", "sinergia", y "agente del cambio", y las usa cada vez que puede, especialmente si está su jefe presente.

El sorete corporativo abrevia los nombres de la gente que trabaja con él, como si eso fuera a hacerles creer que es mejor persona. Por eso llama Pablín a los Pablos, Mari a las Marías, Gus a los Gustavos, y hasta un patético Luquini a los Lucas. Esto obviamente tiene el efecto contrario: si la gente le tenía bronca, al ser llamados con esos apelativos directamente llegan a odiarlo.

Si el sorete corporativo tiene un puesto de jerarquía, tiende a pensar que su jerarquía se extiende más allá de su oficina. Si está haciendo un curso, da órdenes camufladas de preguntas, como "¿Vos te podrías hacer cargo de la videoconferencia?", y si obtiene un "no" como respuesta, pone una sonrisa que quiere mostrar un "Bueno, no hay problemas" pero que en realidad significa "Apenas puedo, te abrocho".

Con sus subordinados actúa como si de verdad los apreciara, pero no duda en reportar a su jefe cualquier acción que pueda perjudicarlo a él. Todo, obviamente, por el bien de la empresa.

Cuando el sorete corporativo habla en reuniones de trabajo, se refiere a la empresa como a "nosotros". Y siempre habla en nombre de la gerencia, pidiendo votos de confianza y prometiendo beneficios que jamás llegarán. Los gerentes lo adoran, porque les ahorra el trabajo de mentir. Y encima miente bien.

Resumiendo, el sorete corporativo suele hacer carrera en todas las empresas por las que pasa. Y el motivo está muy claro: sabe besar culos para arriba y escupir para abajo.

Cualquier semejanza con la realidad, es pura realidad.