martes, 2 de julio de 2013

El futuro de las ciudades según Niemeyer, y la ciudad futurista de Brasilia

Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho, más conocido como Oscar Niemeyer, nació en Brasil en 1907 y murió hace apenas unos meses. Esto quiere decir que Niemeyer tuvo más de 100 años, 5 nietos y 13 bisnietos, y aún así siguió trabajando incansablemente en lo que más le apasiona hasta el final de sus días: la arquitectura.

La arquitectura puede ser un arte (ahí tenemos los impresionantes rascacielos de Blade Runner) y también un icono imborrable (como las Torres Gemelas de Nueva York), y Oscar Niemeyer lo comprendió desde muy pequeño.

Empeñado, pues, en dotar a las ciudades de una estética más atractiva, empezó a transformar su país a gran velocidad. Empezó por su capital, Brasilia, que se construiría desde cero bajo las instrucciones del imaginativo Niemeyer. Hasta el punto de que Brasilia, finalmente, se convirtió en una obra de arte en sí misma: fue la única ciudad del mundo que durante el siglo XX fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO (1987). Como si toda la ciudad fuera un museo al aire libre. Una utopía arquitectónica.

Vista nocturna de la catedral de Brasilia

La capital fue construida en 4 años, inaugurándose en 1960. Posee unos edificios de gran calidad que desprenden una aureola de integración con el entorno, además de un estilo arquitectónico altamente funcional. Niemeyer fue el encargado del diseño de decenas de edificios residenciales, comerciales y administrativos, que recibieron su especial toque vanguardista.

Imaginaos la sensación de tener la libertad para construir una ciudad entera a vuestro antojo, en mitad de la nada, sobre tierra roja. Un capricho que hoy en día sólo está al alcance (de manera virtual) a través de videojuegos como Los Sims.

El futuro

Niemeyer sostenía que la arquitectura del futuro deberá estar pendiente de la evolución del planeta Tierra, adaptándose armoniosamente a él. Por ejemplo, el cambio climático está provocando que el nivel del mar ascienda año tras año. En un futuro, cada edificio y azotea deberá convertirse en un lugar donde la hierba y las plantas puedan crecer. Los edificios serán mitad habitáculos, mitad árboles.

Y es que a juicio de Niemeyer, la arquitectura también es política. Con ella se puede cambiar el mundo, reducir la diferencias sociales, transmitir una información visual integral, una especie de himno nacional, o generar tendencias, como la solidaridad, la justicia o la amabilidad. Siempre, claro está, innovando de algún modo:

Mi preocupación siempre es hacer una cosa diferente, que provoque sorpresa (…) Doy un ejemplo: si fueran a Brasilia, pueden gustarles o no los palacios, pero no podrán decir que vieron antes algo parecido. Pudieron ver algo mejor, pero no parecido. Y eso es lo importante, que la arquitectura llame la atención por la novedad, por la espontaneidad del proyecto.

Con su imaginación, su libertad y su visión solidaria, las ciudades del futuro aspirarán aún más a ser ecológicas, sostenibles, igualitarias y, sobre todo, bellas.

Nuestra mayor atención le corresponde a la gente joven, para enseñarles qué es lo que realmente importa en la vida.

Lo dijo en 2008 con su esa voz suave y cadenciosa encerrada en un cuerpo anciano, ligeramente desgarbado, la de un hombre lleno de planes futuros que detesta hacerse mayor. El hombre que aborrece la línea recta y el capitalismo. El hombre que adora las curvas, sobre todo si son voluptuosas.